sábado, 22 de enero de 2011

BIENAVENTURANZAS DEL PROFESOR

BIENAVENTURANZAS DEL PROFESOR
Bienaventurado el profesor que,  aún a riesgo de no ser entendido, insiste en su tarea:  el tiempo dará su fruto.
Bienaventurado el profesor que, aún sabiendo, pone su sabiduría en las manos de Dios:
llegará al fondo de muchas cuestiones.
Bienaventurado el profesor que entiende su trabajo como una vocación: será una fuente  inagotable.
Bienaventurado el profesor que, además de promover la cultura, llena de valores las mentes de sus alumnos:  
será forjador de la futura sociedad.
Bienaventurado el profesor que, en sus ratos libres, acude a la contemplación y a la oración:
se llenará de paz y de serenidad.
Bienaventurado el profesor  que confía en las posibilidades de sus alumnos: Se realizará vaciándose en ellos.
Bienaventurado el profesor que se actualiza y no se queda desfasado:
comprobará que las materias son las mismas pero, las formas,   es bueno ajustarlas.
Bienaventurado el profesor  que comparte lo bueno y lo malo con sus compañeros:
no se sentirá sólo  en la difícil tarea de educar.
Bienaventurado el profesor que, más allá de sus calificaciones, mira a sus alumnos  con una sonrisa y comprensión:  la empatía será una consecuencia.
Bienaventurado el profesor  que disfruta dando lo que tiene: será rico por lo que supo dar y cómo lo dió.
Bienaventurado  el profesor que vive y disfruta sembrando: otros recogerán lo que él Sembró.
Bienaventurado el profesor que se vacía de sí mismo para llenar el alma, la mente y el  corazón de sus alumnos:               
su esencia permanecerá  en las futuras generaciones.
Bienaventurado el profesor   que se muestra tal y como es: sus alumnos le recompensarán  con la misma medida.
Bienaventurado el profesor que se involucra en su tarea con todos sus valores y capacidades:
su compromiso será su mejor valedor.
Bienaventurado el profesor que, además de la matemática, aprende a llevar a la pizarra los sentimientos  que afloran en el aula:  le llamarán “persona”.
Bienaventurado el profesor que, estando con los pies en la tierra, no olvida a Dios que habita en el cielo: no le faltará nunca fuerzas para seguir educando hombres y mujeres que vivan volcados, no solamente para sí mismos, sino orientados hacia el bien de los demás

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